ORACIONES A DIOS PADRE
Levantó Abraham los ojos, miró y vio un carnero trabado en un zarzal por los cuernos. Fue Abraham, tomó el carnero, y lo sacrificó en holocausto en lugar de su hijo.
Génesis 22, 9-13
Biblia de Jerusalén
¿Cómo te puedo comprender, oh Dios, siendo tan grande, si no puedo comprenderme a mí, que soy tan pequeño?
San Agustin
HÁGASE VUESTRA VOLUNTAD
¡HÁGASE VUESTRA VOLUNTAD, DIOS MÍO! cuando me abruman los pesares de la vida; mi cáliz es muy amargo, pero yo quiero unirlo con el pensamiento al que Vos aceptasteis por mí en el huerto de Getsemaní y hallare fuerzas para beberlo a mi vez.
¡HÁGASE VUESTRA VOLUNTAD, DIOS MÍO! cuando me vea víctima de la injusticia, cuando me abandonen los amigos, cuando la soledad me parezca más amarga, porque también vos conocisteis la amargura y el abandono... ¿No podré soportar la indiferencia y la ingratitud de los hombres cuando mi Dios fue traicionado por sus discípulos?
¡HÁGASE VUESTRA VOLUNTAD, DIOS MÍO! cuando el trabajo me parezca penoso, cuando el desaliento se apodere de mi alma... Vos sois quien permitís este desfallecimiento, Salvador mío, para que me acerque a vuestra cruz y vaya a buscar, en ese manantial bendito la fuerza y el valor que me faltan.
¡HÁGASE VUESTRA VOLUNTAD, DIOS MÍO!
cuando venga a visitarme la enfermedad y cuando me abrume el dolor... Me uno de corazón a vuestra cruel agonía; uno mis sufrimientos a los vuestros; los ofrezco, ¡oh. Jesús!, en expiación de las faltas que he tenido la desgracia de cometer y que os han conducido hasta el Calvario.
¡HÁGASE VUESTRA VOLUNTAD, DIOS MÍO! cuando lloro la ausencia de un ser querido... Siento despedazado mi corazón, pero se que Vos habéis bendecido las lágrimas llorando a vuestro amigo Lázaro, y me siento más resignado al venir a suplicaros que bendigáis las mías.
¡HÁGASE VUESTRA VOLUNTAD, DIOS MÍO!,
en todo el curso de mi vida; cualesquiera que sean mis trabajos, os los ofrezco, divino Redentor mío; Vos habéis aceptado, siendo víctima inocente, el peso de los pecados del mundo; dadme fuerzas para sobrellevar a mi vez las pruebas que he merecido y que me envía vuestra divina mano... ¡Las consideraré como una prenda de vuestro amor a fin de que sean prenda de mi salvación!
San Agustín
Ante tus ojos, Señor, ponemos nuestras culpas, y junto a ellos ponemos los castigos recibidos.
Si pesamos el mal que hemos hecho, es menos lo que padecemos y más lo que merecemos.
Es más grave lo que cometimos, y más leve lo que sufrimos.
Sentimos la pena del pecado, y no quitamos la pertinacia del delito.
En tus castigos se aniquila nuestra debilidad, mas no se muda nuestra iniquidad.
Se inclina el espíritu dolorido, pero no se doblega la cerviz.
Nuestra vida suspira en el penar, pero no se enmienda en el obrar.
Si esperas, no nos corregimos; si castigas, no lo sufrimos.
Mientras dura el castigo, confesamos lo que pecamos; cuando pasa tu visita, olvidamos lo que lloramos.
Si extiendes tu mano, prometemos obrar bien; si suspende el golpe, no pagamos lo prometido.
Si hieres, clamamos para que perdones; si perdonas, de nuevo provocamos para que hieras.
Tienes, Señor, reos confesos; reconocemos que si nos perdonas, es justo que nos castigues.
Concédenos, oh Padre omnipotente, aunque no lo merezcamos, lo que pedimos, pues hiciste de la nada a los que te lo pedimos. Por Cristo Nuestro Señor.
Así sea.
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